sábado, marzo 07, 2009

En la pared de una habitación de hotel de Burnie

"En la pared de una habitación de hotel de Burnie, Tasmania, un póster: las calles de París, 1950; un hombre y una mujer jóvenes en el acto de besarse, el momento captado en blanco y negro por el fotógrafo Robert Doisneau. El beso parece ser espontáneo. Una oleada de sentimiento se ha apoderado de los jóvenes en pleno movimiento: el brazo derecho de la mujer no devuelve (todavía no) el abrazo del hombre, sino que pende libre, con una curvatura en el codo que es exactamente el reverso del abultamiento de su seno.
Su beso no es sólo de pasión: con ese beso se anuncia el mismo amor. Uno puede reconstruir más o menos la historia de la pareja. Son estudiantes. Han pasado la noche juntos, su primera noche, se han despertado abrazados. Ahora tienen que ir a clase. En la acera, en medio de la muchedumbre matinal, de repente el corazón del chico se siente inundado de ternura. También el de ella, ella está dispuesta a entregarse a él un millar de veces. Así que se besan.En cuanto a los transeúntes y a la cámara que está al acecho, no podrían importarles menos. De ahí, "París, ciudad del amor". Pero podría suceder en cualquier parte, esa noche de amor, ese arrebato de sentimiento, ese beso. Incluso podría haber sucedido en Burnie. Podría haber sucedido en este mismo hotel, sin que nadie se percatara ni lo recordara, salvo los amantes.
¿Quien se decidió por ese póster y lo colgó? Aunque soy un simple hostelero, también creo en el amor, puedo reconocer Dios cuando lo veo... ¿es eso lo que dice su presencia?
Amor: eso que el corazón ansía dolorosamente."

Diario de un mal año. J.M. Coetzee

jueves, marzo 05, 2009

No mueras nunca



Una de tantas almas errantes. Lejos, lejos... Desde mi pequeño barquito miro alrededor, al vasto horizonte de aguas cotidianas, de rutina insaciable, de lo eterno según Azorín, pero sin Azorín, y poco me reconforta.Y sin embargo apareces tú siempre, tú que no existes, para enloquecerme a base de palabras truncadas por la vida. A beberme tu sentir, y a sufrir yo contigo, aunque no existas. Dices que tienes nombre, mas yo no lo creo. Para mí, que no veo mas que el alma que imprimes, eres una musa reencarnada, y yo un feliz producto del azar.

Hoy te escribo a ti, desconocida, para que no olvides que no te olvido, para que no te rindas nunca, y para que veas que te amo.

No mueras nunca, porque aunque quieras, no podrás morir mientras yo siga vivo.