martes, julio 21, 2009

Papeles en el bolsillo

Ahora lento, melancólico. Estoy aquí sentado, al piano, en medio de la oscuridad. Algo peligroso me mantiene tocando. Soy un esmoquin negro, triste, bajo el único foco despierto. Miro atrás a mi sombra intentando llegar a las mesas vacías a pedir un trago. Tu sonrisa, tu preciosa sonrisa bajo esa suave brisa gélida que lo helaría todo menos eso. Ojos encantados de encontrarse una y otra vez luces de colores, guirnaldas, niños en pesebres, reyes, pastores. Noches mágicas y cálidos abrigos. Una lágrima resbala por mi mejilla cansada de nostalgia o de alegría, que importa. Busco con la mirada algo que sé no encontraré, que ya no está, que se ha ido. Recuerdo tus labios tibios posándose frágilmente en los míos con un amor ya olvidado. No me dejarán parar de buscar. Busco, sin esperanza de encontrarte; busco, aquella navidad que tanto te amé.


Escribí esto al término de la peor época de mi vida. Pensaba en aquel tiempo que iba a acabar así, con cuarenta y tantos y rumiando un amor de hace siglos. Pero me equivocaba. Es increíble cómo todas las promesas y el dolor que crees que van a durar eternamente siempre acaban difuminándose en tus recuerdos, en tu historia.
Ahora las cosas han cambiado, afortunadamente, para mejor.

He querido recordar ésto únicamente para recordarme a mí mismo, para fijarme a este mundo y evitar evaporarme en el olvido.