miércoles, octubre 31, 2012

Marco Aurelio y los cristianos

[...] Los apologetas cristianos creyeron que podrían encontrar en el emperador un oyente benévolo. Pero la oposición entre el estoico, que basa su conducta en una razón divina, expresada en el daímon interior de la conciencia propia y reflejada en el orden cósmico, y el cristiano, adepto de una fe dogmática, basada en las creencias reveladas y unos cultos mistéricos, era demasiado infranqueable. El servicio al Estado era un deber sagrado para un estoico romano, que no podía sentir simpatía por la actuación política, harto turbia, de los cristianos como grupo social. Frente a las promesas de una recompensa ultramundana que el filósofo desdeñaba como ilusorias, al estoico no le quedaba otra satisfacción que la de cumplir con su ética autónoma, en armonía con el cosmos y su divinidad inmanente.

En el caso personal de Marco Aurelio el enfrentamiento es un tanto más patético, porque sentimentalmente su humanitarismo le aproximaba al sentir cristiano. En Marco Aurelio "se encuentra igualmente el concepto, ausente del antiguo estoicismo, de la piedad, de la caridad incluso con los que le ofenden" (Reardon). "Lo propio del hombre es amar incluso a quienes nos dañan", escribe Marco Aurelio. Y esta generosidad en el perdón no era sólo teórica; la practicó una y otra vez, silenciando los nombres de sus enemigos, olvidando las rencillas y las traiciones. Esa bondad natural, cercana al concepto cristiano de la caridad hacia el prójimo, era innegable. Aún más, a su filantropía Marco Aurelio unía un ascetismo y un desprecio de las vanidades mundanas que encuentran ecos en el cristianismo, un cierto contemptus mundi, como ya Renan subrayó en su obra.

"Marco Aurelio tenía la fe y tenía la caridad; lo que le faltaba era la esperanza", escribió U. Wilamowitz sagazmente. Una frase que conviene matizar: la fe del estoico es racionalista, y su caridad, gratuita. Pero, desde luego, la falta de esperanza es un rasgo definitivo en la contraposición. Por un lado esa resignación desesperada es característica de la época última del estoicismo [...]. Frente a la confiada actitud de los mártires cristianos en una recompensa ultraterrena -en el que se compensarían con creces las injusticias de este mundo y donde se patentizaría la Justicia divina-, el estoicismo no tenía nada que ofrecer, salvo su ideal del sabio, feliz en su autarquía apática, inquebrantable ante los golpes de la Fortuna, como el peñasco ante los embates del mar, un ideal aristocrático, egoísta y frío. En el conflicto entre el estoicismo racionalista y las nuevas religiones mistéricas, con sus evangélicas promesas, con sus dioses compasivos, aquél tenía perdida la partida. [...]

Carlos García Gual
Introducción a las "Meditaciones" de Marco Aurelio, ed. Gredos.

viernes, octubre 19, 2012

Te olvido, felicidad, para dejar de entender mi desdicha.