jueves, junio 14, 2012

La eterna pregunta: ¿Béla Bartók o Lady Gaga?

El dueño de la casa no se fatigaba en complacernos, hasta que una de las señoras –recuerdo perfectamente que fue la esposa del editor Radbruch- se creyó en el caso de hacer observar que con toda aquella música ligera bien pudiéramos estar molestando al gran compositor que se encontraba entre nosotros. Otras personas fueron del mismo parecer y Adrián, que nada había oído, se dio cuenta de que nos ocupábamos de él y preguntó intrigado de qué se trataba. Al decírselo, protestó con calor. De ninguna manera, andábamos todos muy equivocados. Nadie podía experimentar un placer mayor que el suyo al escuchar aquellas composiciones, verdaderas obras maestras en su género.

-No saben ustedes –dijo- lo que fue mi educación musical. En mis años mozos tuve como maestro […] a un hombre saturado, y desbordante por lo tanto, de todos los sonidos del mundo. Su entusiasmo por todas (digo todas) las formas del ruido organizado era tal que no hubiese podido aprender de él el menosprecio por ninguna de ellas y mucho menos un sentimiento de superioridad para justificar ese menosprecio. No ignoraba aquel hombre las exigencias más estrictas y elevadas del arte. Pero la música, para él, no era más que música (cuando era música), y contra las palabras de Goethe, “el arte se ocupa de lo difícil cuando es bueno”, hacía valer que lo fácil es también difícil cuando es bueno y que bueno puede serlo con tantos títulos como lo difícil. De todo eso ha quedado algo en mí. Es su herencia. Pero sus enseñanzas las comprendí siempre en el sentido de que es preciso estar muy firme en lo difícil y en lo bueno para poder acometer lo fácil.


Thomas Mann, Doktor Faustus 

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