miércoles, diciembre 15, 2010

Sobre el efecto de Internet en nosotros

Esto que dejo aquí es un post que ha publicado Marta Peirano en su "La Petite Claudine". Parece una soberana gilipollez en términos de ampliar el número de lectores el que yo cuelgue en mi blog algo que ella ya ha hecho en el suyo, ya que el mío juega varias ligas por debajo de éste (Marta es una merecida eminencia en la blogosfera), y, en esos términos, lo es. Simplemente lo reproduzco porque me gusta, porque es interesante, porque lo suscribo de arriba a abajo. Y ya está.
Aquí se lo dejo:

¿QUÉ LE ESTÁ HACIENDO INTERNET A TU CEREBRO?


¿Lees articulos interesantísimos de los que luego no recuerdas nada?¿Zapeas de enlace en enlace y te olvidas de dónde o porqué empezaste? ¿Pierdes interés después del tercer párrafo?¿Has cambiado la ficción por el ensayo o hace más de seis meses que no lees un libro?¿Se te va la mañana en Facebook,Twenty, Twitter, Flickr, eBay, Tumblr, Myspace o Youtube? ¿Compruebas la bandeja de correo constantemente? ¿Comes delante del ordenador?

Si la respuesta a tres o más de esas preguntas es sí, bienvenido al club: Internet te ha vuelto hiperactivo. Si no desaceleras y empiezas a leer libros de nuevo, te condenarás a un modelo de pensamiento superficial, basado en las decisiones instantáneas y la falta de concentración.

Eso es lo que dice Nicholas Carr, miembro de la liga All Star de periodistas de Nueva Economía y reciente autor de
The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains, donde explica que nuestros hábitos en la Red son lo suficientemente sistemáticos, repetitivos e instantáneos para reamueblar nuestro mapa neuronal y reprogramar nuestro proceso de pensamiento de manera casi irreversible. Cuando leemos en Red, explica Carr, nuestro cerebro está demasiado ocupado decidiendo si pincha o no en los enlaces, ignorando los anuncios y valorando el interés de los otros titulares para prestar atención a lo que lee, sin mencionar la interrupción constante de nuestros avisos de actualización (RSS, correo, SMS, etc). Al segundo párrafo nos impacientamos porque el navegador nos recompensa con deliciosas endorfinas cada vez que descubrimos algo nuevo, aunque sea irrelevante. O, en lenguaje psiquiátrico, cada vez que pinchamos un enlace recibimos una sardina. Leemos más que nunca pero no nos enteramos de nada, porque, como le ocurre al protagonista de Mad Men, ya sólo nos gustan los principios de las cosas. Todo lo que no nos proporciona la satisfacción inmediata de lo fresco, el subidón de lo nuevo o la velocidad de una introducción nos resulta insoportablemente aburrido.

Hay quien piensa que Carr es un ludita viejuno y que, al dejar que la tecnología dictamine nuestros hábitos de trabajo y de ocio, aumenta nuestra capacidad para utilizar dicha tecnología, somos mejores en Google, más rápidos encontrando lo que buscamos, más efectivos encontrando agujas entre la paja. ¿Para qué saber cuando se puede encontrar? Pero en esa carrera loca, advierte Carr, sacrificamos nuestra capacidad de hacer algo con esa información, abandonando los procesos congnitivos que llegaron a nosotros con la popularización del libro y que tienen que ver con la adquisición de conocimiento, la creatividad, el pensamiento crítico, la originalidad, el análisis y la reflexión.

Paradojicamente,
The Shallows se lee en un suspiro porque salta de la historia del libro a lo último en neurología como quien va de pestaña en pestaña, y ejecuta perfectamente la habilidad de decirte algo que ya sientes que es verdad, que el navegador se está quedando los mejores años de nuestras vidas y que todo lo que antes era importante -lo íntimo, lo reflexivo- ahora lo es menos, todo lo que antes era accesorio -lo popular, lo social- se ha vuelto esencial. Pero el tono también resulta incómodamente familiar: siempre que una tecnología altera nuestros paradigmas sociales, alguien se marea y vomita en el coche.

Jose Luis Brea celebraba, en su muy imprescindible
cultura_RAM (Gedisa, 2007), la transición de una memoria ROM (de almacén, de disco duro, estática) a la memoria RAM (de proceso, activa, de interrelación, producción y análisis) donde todos los monumentos del conocimiento caerán destronados por “la carga de potencia del instante presente”. Pero Jose Luis Brea no pasaba ni la décima parte del tiempo navegando que paso yo.

Será que Internet es como todo: si te pasas, no vale.

2 comentarios:

Paco dijo...

Córrete: Yann al SOS

Anónimo dijo...

Corro a coger un libro aunque sea malo,gracias... ,no en serio si es que lo sabía pero... que haces es tanto lo que hay lo unico que se me ocurre es trasnochar para poder llevar lo demás .Por cierto acabo de leer El Code de Montecristo pero sólamente por que me evadido lejos de vacaciones sin tele ni ordenador ojalá se petara internet a ratos.