jueves, diciembre 30, 2010

El fragmento 101, F

Si nuestra vida fuera un eterno estar-a-la-ventana, si así nos quedáramos, como un humo siempre detenido, teniendo siempre el mismo momento de crepúsculo coloreando la curva de los montes. ¡Si así quedáramos, más allá de siempre! ¡Si al menos, más acá de la imposibilidad, así pudieramos quedarnos, sin cometer una sola acción, sin que nuestros labios pálidos pecasen más palabras!

¡Mira como va oscureciendo!... El sosiego positivo de todo me llena de rabia, de algo que es algo así como el gusto agrio en el sabor de la aspiración. Me duele el alma... Una lenta línea de humo se levanta y se va dispersando a lo lejos... Un tedio inquieto me obliga a no pensar más en ti...

¡Tan superfluo todo! Nosotros y el mundo y el misterio de ambos.


Fernando Pessoa: "Libro del desasosiego"
(Traducción de Perfecto E. Cuadrado)

P.D.: Siempre he sido como me lees.

miércoles, diciembre 15, 2010

Sobre el efecto de Internet en nosotros

Esto que dejo aquí es un post que ha publicado Marta Peirano en su "La Petite Claudine". Parece una soberana gilipollez en términos de ampliar el número de lectores el que yo cuelgue en mi blog algo que ella ya ha hecho en el suyo, ya que el mío juega varias ligas por debajo de éste (Marta es una merecida eminencia en la blogosfera), y, en esos términos, lo es. Simplemente lo reproduzco porque me gusta, porque es interesante, porque lo suscribo de arriba a abajo. Y ya está.
Aquí se lo dejo:

¿QUÉ LE ESTÁ HACIENDO INTERNET A TU CEREBRO?


¿Lees articulos interesantísimos de los que luego no recuerdas nada?¿Zapeas de enlace en enlace y te olvidas de dónde o porqué empezaste? ¿Pierdes interés después del tercer párrafo?¿Has cambiado la ficción por el ensayo o hace más de seis meses que no lees un libro?¿Se te va la mañana en Facebook,Twenty, Twitter, Flickr, eBay, Tumblr, Myspace o Youtube? ¿Compruebas la bandeja de correo constantemente? ¿Comes delante del ordenador?

Si la respuesta a tres o más de esas preguntas es sí, bienvenido al club: Internet te ha vuelto hiperactivo. Si no desaceleras y empiezas a leer libros de nuevo, te condenarás a un modelo de pensamiento superficial, basado en las decisiones instantáneas y la falta de concentración.

Eso es lo que dice Nicholas Carr, miembro de la liga All Star de periodistas de Nueva Economía y reciente autor de
The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains, donde explica que nuestros hábitos en la Red son lo suficientemente sistemáticos, repetitivos e instantáneos para reamueblar nuestro mapa neuronal y reprogramar nuestro proceso de pensamiento de manera casi irreversible. Cuando leemos en Red, explica Carr, nuestro cerebro está demasiado ocupado decidiendo si pincha o no en los enlaces, ignorando los anuncios y valorando el interés de los otros titulares para prestar atención a lo que lee, sin mencionar la interrupción constante de nuestros avisos de actualización (RSS, correo, SMS, etc). Al segundo párrafo nos impacientamos porque el navegador nos recompensa con deliciosas endorfinas cada vez que descubrimos algo nuevo, aunque sea irrelevante. O, en lenguaje psiquiátrico, cada vez que pinchamos un enlace recibimos una sardina. Leemos más que nunca pero no nos enteramos de nada, porque, como le ocurre al protagonista de Mad Men, ya sólo nos gustan los principios de las cosas. Todo lo que no nos proporciona la satisfacción inmediata de lo fresco, el subidón de lo nuevo o la velocidad de una introducción nos resulta insoportablemente aburrido.

Hay quien piensa que Carr es un ludita viejuno y que, al dejar que la tecnología dictamine nuestros hábitos de trabajo y de ocio, aumenta nuestra capacidad para utilizar dicha tecnología, somos mejores en Google, más rápidos encontrando lo que buscamos, más efectivos encontrando agujas entre la paja. ¿Para qué saber cuando se puede encontrar? Pero en esa carrera loca, advierte Carr, sacrificamos nuestra capacidad de hacer algo con esa información, abandonando los procesos congnitivos que llegaron a nosotros con la popularización del libro y que tienen que ver con la adquisición de conocimiento, la creatividad, el pensamiento crítico, la originalidad, el análisis y la reflexión.

Paradojicamente,
The Shallows se lee en un suspiro porque salta de la historia del libro a lo último en neurología como quien va de pestaña en pestaña, y ejecuta perfectamente la habilidad de decirte algo que ya sientes que es verdad, que el navegador se está quedando los mejores años de nuestras vidas y que todo lo que antes era importante -lo íntimo, lo reflexivo- ahora lo es menos, todo lo que antes era accesorio -lo popular, lo social- se ha vuelto esencial. Pero el tono también resulta incómodamente familiar: siempre que una tecnología altera nuestros paradigmas sociales, alguien se marea y vomita en el coche.

Jose Luis Brea celebraba, en su muy imprescindible
cultura_RAM (Gedisa, 2007), la transición de una memoria ROM (de almacén, de disco duro, estática) a la memoria RAM (de proceso, activa, de interrelación, producción y análisis) donde todos los monumentos del conocimiento caerán destronados por “la carga de potencia del instante presente”. Pero Jose Luis Brea no pasaba ni la décima parte del tiempo navegando que paso yo.

Será que Internet es como todo: si te pasas, no vale.

martes, diciembre 07, 2010

La levedad

Introducción

El asfalto poco a poco, imperceptiblemente, como avergonzado de reiterar su mismo ritual una y otra vez, va impregnándose de humedad al paso de las horas oscuras, y espera impaciente a que esa humedad, su humedad, adquiera al término de la noche el bello cariz de rocío, para así poder recordar con suicida nostalgia el tiempo en que se componían versos sobre él y el mundo brillaba importante y mágico.

Capítulo 1

Pero la noche acaba de empezar y en el asfalto sólo somos capaces de prestar atención al inmenso catálogo de calzado que se mueve de aquí para allá: vemos zapatos de cuero, marrones, negros, tacones altos de piel sintética rojos, bajos y beis, finos y blancos, gruesos y marrones, zapatillas converse de bota, blancos con franjas rojas, azules desgastados, negros, nueva colección de cuero con la estrella en la lengüeta; los cientos o miles de pies que llegan a transitar este asfalto en el que nos encontramos, que van, vienen, vuelven a irse y vuelven a venir, van embutidos en estilos, modas, escaparates andantes que pretenden dar idea de lo que ellos piensan es su carácter. Y si nos fijamos un poco más arriba encontramos en la ropa otro incentivo para pavonearse, ya digo, para dibujar con el corte y el estilo de las intencionadamente elegidas prendas un croquis de tu propio yo y mostrarlo a los demás croquis que pavonean alrededor tuyo. Es importante el exterior. Es importante etiquetarte, encontrar tu lugar en la sociedad, representar coquetamente tus gustos y aficiones, tus inclinaciones políticas y tus inclinaciones sexuales (las dos inclinaciones), tus filósofos predilectos, tus series favoritas, tus novelistas de pie de cama, “personalizar” tu yo e individualizarlo de los demás yos que eclipsan tu persona. Yo me represento, luego yo soy.

Capítulo 2


Pasan horas, estamos en un café oscuro poblado de humo y lleno de gente. Hay sillones que tienen encima personas que hablan y beben y fuman, y hablan y beben y fuman. Alguna come, otros se están besando, todos tienden a levantarse en algún momento y colocarse detrás de otra persona que tiene ganas de orinar. Pero eso dura poco: el tiempo restante, infinito, el cuerpo material del individuo queda literalmente fijo en el espacio, que es exactamente encima del cojín del sofá, y allí vuela, se deja llevar, ahonda con alevosía en ese lugar del yo narcótico donde vagabundea con conceptos mojados en alcohol, donde el subconsciente vomita para aliviarse de ideas que siempre son ridículas, aunque nunca lo parecen. El mundo, el tiempo, se reduce en dos sofás y cuatro amigos, los cuales comparten contigo el estúpido y liberador viaje a ninguna parte que esta noche repites satisfecho por enésima vez, como si ésa al cabo fuera la verdadera finalidad de tu vida: ir a ninguna parte; como si tu verdadera vida, la que vives, comenzara con el chasquido de la chapa de la botella de cerveza al abrirla, y lo demás, lo que pasa durante el día, fuera una excusa cualquiera de cualquiera de las excusas que conforman la sociedad. Trabajo, carrera. Excusas.

Continuará...