sábado, enero 28, 2012

La insoportable estupidez del médico

Hay una idea a la que le tengo un miedo especial y constante, que me obsesiona y me aterra. Esa idea es convertirme en un médico arrogante y estúpido que trate mal a sus pacientes y al equipo con el que trabaja.
Esta cuestión no me ha venido por arte de magia, sino que desde hace ya demasiado tiempo sufro un bombardeo constante de historias y anécdotas sobre actuaciones médicas más que cuestionables, por decirlo suavemente. Y no sólo son historias cotidianas, sino que también las veo en libros, noticias, artículos y programas de televisión. Diré más, toda referencia que oigo sobre la profesión médica es para criticarla y para quejarse de ella. Y esto me desmoraliza, me hace pensar una y otra vez, ¿me van a odiar mis pacientes? ¿Me van a tener por un engreído imbécil mis compañeros enfermeros, auxiliares, administrativos y celadores?

La increíblemente alta frecuencia de médicos petulantes me tienta a pensar que esa petulancia sea algo inherente a esta profesión, y que yo no pueda escapar a ella. Me pongo a pensar, a intentar encontrarle sentido... Pienso que pasar cuatro años (de los seis de la carrera) estudiando enfermedades y más enfermedades, juntas y a lo bruto; pasar cuatro años estructurando y esquematizando síntomas y signos para ubicarlos en su respectivo proceso patológico y así poder tenerlos bien a mano para la futura práctica, te forma, quieras o no, una visión fría ante tales acontecimientos morbosos. Y aunque no es lo mismo leerlos que vivirlos (como espectador me refiero; como paciente es otra historia), sí debes de mantener esa frialdad en la cabeza para actuar adecuadamente. La pregunta es, ¿de verdad esa necesaria frialdad diagnóstica sacrifica siempre y de forma irremediable la empatía para con el paciente? Los manuales dicen que no, pero yo no lo tengo tan claro, y a las pruebas me remito.

Ése es uno de los muchos factores a estudiar en relación a la estupidez médica, que con tanta obsesión quiero evitar. Hay otro mucho más importante y vergonzante, pienso, y es el elitismo tradicional que apesta en todo lo que es médico o huela a medicina. A este elitismo es muy fácil encontrarle la causa (etiología) pero muy difícil la cura o, incluso, la manera de prevenirlo (profilaxis), que es lo que más me preocupa. Las causas son, simple y llanamente, la dificultad de la carrera y la responsabilidad social. La carrera es de las más difíciles, luego acabarla reporta uno de los mayores méritos universitarios que hay; además, el médico es el que mayor responsabilidad tiene en la sanidad colectiva, es decir, en la salud de la gente. Eso, no se equivoquen, lo sabe hasta el último estudiante. (Voy a matizar una cosa, la carrera de medicina no es difícil respecto a la complejidad de conceptos, como sí lo es la carrera de física, filosofía o las ingenierías; la dificultad de la medicina radica en el enciclopédico número de datos que tienes que manejar, es decir, en memorizar y nada más). A esto hay que añadir que la carrera te exige forzosamente seis años (seis años) de dedicación plena, sino casi, en los cuales vives junto a la competitividad de tus compañeros, la altivez de tus profesores, y la completa displicencia de tus médicos de prácticas. Verdad es que hay muchas excepciones, pero la regla, la visión global de un estudiante de medicina, es esa. De ahí mi miedo a estar convirtiéndome en un arrogante asqueroso sin nisiquiera darme cuenta...

Si me apuran añadiré un factor más, y es que dentro de la que yo llamo la medicina hereditaria, hay un gran porcentaje de ésta que en realidad no lo es. En otras palabras, lo que muchas veces hereda el estudiante de medicina hijo de médicos no es la pasión por la medicina, sino facilidad intelectual y una educación demasiado consentida, con lo cual será lo bastante listo e idiota como para hacer medicina sin otro aliciente que a instancias de sus padres (tanto directas como indirectas). De esta manera tendremos a un bonito médico sin vocación, carne de burn-out, al cual sólo le quedará revolcarse en el fango de la superioridad social para tener un poco de felicidad en su vida.
Afortunadamente, ese no es mi caso.

He aquí mi problemática. Yo decidí dedicar mi vida a la medicina con un objetivo principal: ayudar a la gente, serle útil, porque con su gratitud yo sería el hombre más feliz del mundo. Si con las flores, el prestigio, la superioridad moral e intelectual, y todos esos daños colaterales, yo acabo convirtiéndome en un pedante-petulante-arrogante insoportable de los cojones y mis pacientes y la gente con la que trabajo acaba odiándome, habré tirado mi vida a la basura.

5 comentarios:

Tomica_naranja dijo...

Bueno Ethos, he de decirte que aunque la opinión general es esa (y negarlo no va a ayudar a nadie), también hay médicos que nos conquistan, en los que posamos toda nuestra confianza, e incluso, con los que puedes hablar de la evolución humana y animal tranquilamente ;)

Y creo que tu serás uno de esos, que por vocación se estudió pilas y pilas de libros, no por dinero, no por herencia familiar, no por prestigio, sino por puro amor a la esencia de cualquier disciplina de salud humana, ayudar a los otros.

Así que no te preocupes si crees que vas a ser otro del monton oscuro, si te inclinas demasiado te devolveremos al redil de los buenos con una colleja ;)

romeo24 dijo...

Es una reflexión en la que antes o después caemos, pero yo creo que va más en base a la educación de cada uno. Quiero decir, antes eso de estudiar Medicina poca gente se lo podía permitir, y esos formarían parte de lo que llamas "Medicina Hereditaria", a lo que puedes añadir que antes las diferencias entre clases sociales eran más acusadas (en cuanto a lo explícito, ahora siguen existiendo, pero se intenta tapar de alguna manera), lo que me hace pensar que de alguna manera influye en que la profesión se ha acompañado de aires de grandeza.

A lo mejor me equivoco, pero creo que ahora hay más médicos "sangre-sucia" que antes, y es posible que eso influya. O a lo peor me equivoco, porque tampoco todos los hijos de médicos que estudian Medicina son unos ingratos prepotentes que merecen la muerte. Hay de todo en esta vida. Pero sí que afirmo con rotundidad que la educación de cada uno debe influir, y mucho, en el trato al paciente.

Ethos dijo...

Toda la razón. Y, por supuesto, es a grandes rasgos lo de hijos de. Hay de todo, como en todos sitios, pero eso sí, en porcentajes sospechosos.

Juanpe dijo...

Hola Miguel! ¿como va eso? supongo que conoces la frase pero te la pongo aquí “La mejor herramienta del médico es la silla...para escuchar al paciente”. Gregorio Marañón.
y por lo demás... yo creo que serás muy buen médico ;)

Manu AMS dijo...

Dicen que las opiniones más deseadas son aquellas que se hacen de rogar. De modo que ahí va la mía:

¡Sacapuntas!

...

¿Seguimos en directo?

Vale, a ver qué me invento... Puees es cierto todo lo que dices, pero yo por mi parte estoy convencido de que la profilaxis es posible. Basta con ser uno mismo, y tratar de que la carrera primero y lar residencia después modifiquen lo menos posible tu anterior forma de vivir.

Si sacrificas amistades y aficiones por estudiar, si solo lees el Harrison, si pasas todos tus momentos con gente del ámbito... todo lo que temes se hará realidad. Afortunadamente, los dos llevamos un camino radicalmente opuesto, con lo que de momento no hay motivos para preocuparse.

Agurr!