martes, diciembre 07, 2010

La levedad

Introducción

El asfalto poco a poco, imperceptiblemente, como avergonzado de reiterar su mismo ritual una y otra vez, va impregnándose de humedad al paso de las horas oscuras, y espera impaciente a que esa humedad, su humedad, adquiera al término de la noche el bello cariz de rocío, para así poder recordar con suicida nostalgia el tiempo en que se componían versos sobre él y el mundo brillaba importante y mágico.

Capítulo 1

Pero la noche acaba de empezar y en el asfalto sólo somos capaces de prestar atención al inmenso catálogo de calzado que se mueve de aquí para allá: vemos zapatos de cuero, marrones, negros, tacones altos de piel sintética rojos, bajos y beis, finos y blancos, gruesos y marrones, zapatillas converse de bota, blancos con franjas rojas, azules desgastados, negros, nueva colección de cuero con la estrella en la lengüeta; los cientos o miles de pies que llegan a transitar este asfalto en el que nos encontramos, que van, vienen, vuelven a irse y vuelven a venir, van embutidos en estilos, modas, escaparates andantes que pretenden dar idea de lo que ellos piensan es su carácter. Y si nos fijamos un poco más arriba encontramos en la ropa otro incentivo para pavonearse, ya digo, para dibujar con el corte y el estilo de las intencionadamente elegidas prendas un croquis de tu propio yo y mostrarlo a los demás croquis que pavonean alrededor tuyo. Es importante el exterior. Es importante etiquetarte, encontrar tu lugar en la sociedad, representar coquetamente tus gustos y aficiones, tus inclinaciones políticas y tus inclinaciones sexuales (las dos inclinaciones), tus filósofos predilectos, tus series favoritas, tus novelistas de pie de cama, “personalizar” tu yo e individualizarlo de los demás yos que eclipsan tu persona. Yo me represento, luego yo soy.

Capítulo 2


Pasan horas, estamos en un café oscuro poblado de humo y lleno de gente. Hay sillones que tienen encima personas que hablan y beben y fuman, y hablan y beben y fuman. Alguna come, otros se están besando, todos tienden a levantarse en algún momento y colocarse detrás de otra persona que tiene ganas de orinar. Pero eso dura poco: el tiempo restante, infinito, el cuerpo material del individuo queda literalmente fijo en el espacio, que es exactamente encima del cojín del sofá, y allí vuela, se deja llevar, ahonda con alevosía en ese lugar del yo narcótico donde vagabundea con conceptos mojados en alcohol, donde el subconsciente vomita para aliviarse de ideas que siempre son ridículas, aunque nunca lo parecen. El mundo, el tiempo, se reduce en dos sofás y cuatro amigos, los cuales comparten contigo el estúpido y liberador viaje a ninguna parte que esta noche repites satisfecho por enésima vez, como si ésa al cabo fuera la verdadera finalidad de tu vida: ir a ninguna parte; como si tu verdadera vida, la que vives, comenzara con el chasquido de la chapa de la botella de cerveza al abrirla, y lo demás, lo que pasa durante el día, fuera una excusa cualquiera de cualquiera de las excusas que conforman la sociedad. Trabajo, carrera. Excusas.

Continuará...

3 comentarios:

Unknown dijo...

Por alguna razón, quizás el día, quizás la lluvia de hoy. Me quedé pegada en esos otros que están besándose ...


Yo te extrañaba, y nisiquiera lo sabía ...

Tomica_naranja dijo...

tienes una extraña forma de escribir, sin embargo me gustan las cosas que describes, lo pronfudo y leve en una descripción de detalles.

Vamos a quedar!

Adi dijo...

Se nota que tienes rabia y repugnancia hacia las personas que demuestran ser superficiales, con la teoria de represento y luego soy
Un punto interesante , de hecho...
Haber cmo continua este hecho...