lunes, octubre 24, 2011

Hay determinismo absoluto

Hay determinismo absoluto en las condiciones de existencia de los fenómenos naturales, tanto en los cuerpos vivos como en los cuerpos inertes.

Hay que admitir como un axioma experimental que en los seres vivientes lo mismo que en los cuerpos inertes, las condiciones de existencia de todo fenómeno están determinadas de una manera absoluta. Lo que quiere decir, en otros términos, que una vez conocida y cumplida la condición de un fenómeno, el fenómeno debe reproducirse siempre y necesariamente, a voluntad del experimentador. La negación de esta proposición sería nada menos que la negación de la ciencia misma. En efecto, como la ciencia no es más que lo determinado y lo determinable, se debe forzosamente admitir como axioma que en condiciones idénticas todo fenómeno es idéntico, y que tan pronto como las condiciones no son ya las mismas, el fenómeno cesa de ser idéntico. Este principio es absoluto, tanto en los fenómenos de los cuerpos inertes como en los de los seres vivientes, y la influencia de la vida [con la "influencia de la vida" se refiere al concepto que tenían los vitalistas de "lo vivo" en contraposición con "lo inerte", según la cual los seres vivos tenían una fuerza vital inherente y misteriosa que no se regía por las leyes físico-químicas por las cuales se regían los cuerpos inertes], sea cualquiera la idea que de ella nos formemos, nada podría cambiar en esto. Tal como lo hemos dicho, lo que se llama fuerza vital es una causa primera análoga a todas las otras, en el sentido de que ella nos es perfectamente desconocida. Poco importa que se admita o no que esta fuerza difiera esencialmente de las que presiden a las manifestaciones de los fenómenos de los cuerpos inertes; es necesario de cualquier manera que haya determinismo en los fenómenos vitales que ella rige; porque sin ello sería una fuerza ciega y sin ley, lo que es imposible. De aquí resulta que los fenómenos de la vida sólo tienen sus leyes especiales porque hay un determinismo riguroso en las diversas circunstancias que constituyen sus condiciones de existencia o que provocan sus manifestaciones; lo que es la misma cosa. Ahora bien, como ya lo hemos repetido a menudo, sólo con ayuda de la experimentación podemos llegar, en los fenómenos de los cuerpos vivos como en los de los cuerpos inertes, al conocimiento de las condiciones que reglan estos fenómenos y que nos permiten en consecuencia dominarlos.

Todo lo que precede podrá parecer elemental a los hombres que cultivan las ciencias físico-químicas. Pero entre los naturalistas y sobre todo entre los médicos, se encuentran hombres que, en nombre de lo que llaman el vitalismo, emiten sobre el tema que nos ocupa las ideas más erróneas. Piensan que el estudio de los fenómenos de la materia viva, no podría tener ninguna relación con el estudio de los fenómenos de la materia inerte. Consideran la vida como una influencia misteriosa y sobrenatural que obra arbitrariamente emancipándose de todo determinismo, y tachan de materialistas a todos los que se esfuerzan por reducir los fenómenos vitales a condiciones orgánicas y físico-químicas determinadas. Son éstas ideas falsas, que no es fácil extirpar una vez que han tomado posesión de un espíritu; únicamente los progresos de la ciencia las harán desaparecer. Pero las ideas vitalistas, tomadas en el sentido que acabamos de indicar, no son otra cosa más que una especie de superstición médica, una creencia en lo sobrenatural. Ahora bien, en medicina la creencia en las causas ocultas, que se le llame vitalismo o de otro modo, favorece la ignorancia y crea una especie de charlatanismo involuntario, es decir, la creencia en una ciencia infusa e indeterminable. El sentimiento del determinismo absoluto de los fenómenos de la vida lleva, por el contrario, a la ciencia real, y nos da una modestia que resulta de la conciencia de nuestros escasos conocimientos y de las dificultades de la ciencia. A su vez, este sentimiento es el que nos incita a trabajar para instruirnos, y en definitiva, es a él solamente que la ciencia debe todos sus progresos.


Claude Bernard, Introducción al estudio de la medicina experimental (1865)

Fue en el siglo XIX cuando comenzó la medicina experimental, la medicina como ciencia, la verdadera medicina. A partir de ahí, de Claude Bernard y otros valientes médicos que dieron ese importante paso en contra de la tradición tan arraigada que han arrastrado siempre, que si Hipócrates, que si Galeno; a partir de ahí fue cuando se produjo el grandísimo avance, el borrón y cuenta nueva que pasó de oscuros y nada claros procedimientos a cristalinas relaciones causales obtenidas del método científico, pasadas por su filtro, demostradas. Y con este instrumento, en menos de dos siglos hemos pasado de ese oscurantismo empírico a lo que tenemos ahora.

Pero he querido redactar las palabras exactas de Claude Bernard para que lo sientan de primera mano, y para que vean que le debemos mucho a la ciencia, ya no sólo en medicina, sino en todos los ámbitos de nuestra vida. No viviríamos igual si no fuera por ella. Se ha demostrado como el mejor método para obtener conocimiento, y en la historia y sus textos está (este libro que cito, por ejemplo) para quien quiera verlo por sí mismo. No sean analfabetos y acepten cualquier tontería (por ejemplo) sin hacer crítica sobre ella, como si no lleváramos siglos y siglos de historia a cuestas, como si en nuestra inmensa ignorancia, creyeramos nuestro tropezar con la piedra la primera vez, y no la enésima que resulta en realidad.

A veces pienso que luchamos en la vida sólo para que nuestros errores puedan cometerlos las generaciones futuras más comodamente.

miércoles, octubre 05, 2011

Remain...

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