miércoles, julio 10, 2013

En una habitación

Pienso en no moverme, que no rocen los eslabones entre sí, que no pueda confundirlos con el sonido del hambre.
Somos dos curvas perpendiculares la cadena y yo: ella sonríe y yo le hago de mejilla opulenta con mi espina seca y reventada. Las rodillas me chillan desde el suelo; el cuello, me tiembla como me tiemblan los instintos; las muñecas, se retuercen entre los grilletes tras de mí y me recuerdan a cada bandazo de rabia mi condición de preso ineludible.
Tengo hambre. Tengo mucha hambre.

Si me olvido, incluso puedo estirar los brazos, incluso respiro aire fresco y dejo de ser pasto de inquietudes, de hambre. Incluso soy yo y no lo soy. La quietud de la estancia, los azulejos blancos y viejos, el mármol, el charco de agua sucia que se extiende lenta y sinuosa por las juntas de los baldosines, todo me rodea y me esconde y me apresa, y en momentos sus paredes cortan como cuatro guillotinas las cuerdas que me unen con mi haber sido y mi llegar a ser. Y entonces sólo soy un yo atado de rodillas en una habitación.

Pero tengo hambre... Sí, tengo hambre, y el hambre no sale de los azulejos, ni del yeso de las juntas.
Y es que me equivoco, me equivoco: ahora no quiero callar a los eslabones, quiero oirlos bien fuerte, que formen terremotos en este maldito aire calmo, y lo rajen de arriba a abajo de la habitación como si hubiera alguien vivo aquí dentro. Quiero salir en forma de ruido y de gritos.
Quiero oirme a mí rugiendo de hambre.
Quiero que los azulejos sepan que me muero exigiendo comida.

domingo, mayo 26, 2013


De un hilo me ataron cuando nací.

viernes, mayo 10, 2013

La megalomanía artística

"Hay lugares extraños, cerebros extraños, extrañas regiones del espíritu, elevadas y miserables. En las periferias de las grandes ciudades, allí donde las farolas son más escasas y los gendarmes patrullan por parejas, hay que subir a las casas hasta que ya no es posible continuar, hasta buhardillas de techos oblicuos en las que jóvenes y pálidos genios, criminales del sueño, meditan abstraídos con los brazos cruzados; hasta estudios baratos y elocuentemente decorados, donde artistas solitarios, indignados y consumidos por dentro, hambrientos y orgullosos, en medio de un humo espeso de cigarrillos, luchan con los últimos y furiosos ideales. Aquí está el fin, el hielo, la pureza y la nada. Aquí no tiene validez ningún acuerdo, ninguna indulgencia, ninguna medida y ningún valor. Aquí el aire es tan casto y está tan enrarecido que los miasmas de la vida ya no pueden vivir. Aquí reina el desafío, la perseverancia extrema, el ego supremo desesperado, la libertad, la locura y la muerte."

Thomas Mann, En casa del profeta.

jueves, marzo 28, 2013

¡Alma de aventuras, cósete al viento y vuela!, que yo me quedo en las proviencias varado, tieso como una estaca, esperando a que la hojarasca aproveche el miedo y me sepulte.

miércoles, febrero 13, 2013

Interludio

Recoged el tiempo que hay entre post y post, pues todo ese silencio es mi consideración hacia vosotros, intrépidos lectores, que os la jugáis con este blog cualquiera.
Quisiera anunciar ya el final del último silencio y comenzar otra vez con las palabras, con el insomnio sentimental de Wernicke o, acaso, sólo el intelectual, pero tendré que seguir regalándoos silencio, pues no es este el hombre al que vosotros querríais leer, ni esta es la cabeza  que yo querría que os escribiera.